
De mi viaje a México
Siempre que vuelvo a la suave patria no puedo evitar por momentos ser extremadamente crítico, y luego simplemente dejarme envolver por la dínamica local.
Hablaré de dos cosas que noté esta vez, la omnipresencia del unicel y de la gripe (en el próximo post). Hace 10 años que llegué a Estados Unidos le hacía burla a una amiga bien educada de Princeton, cuando al ir al super dijo orgullosa que no compraba vasos de unicel. Ahora soy yo el horrorizado al ver la cantidad de unicel que se usa en México y más aún durante estas fiestas decembrinas. En estas épocas generamos 25% más basura que el resto del año, produciendo casí un kilo diario por habitante. En mi ya clásico recorrido por la república pude observar que el unicel se usa tanto para servir tacos y tamales en charolas, como para servir atole y ponche en vasos, para decorar de nieve seca los arreglos navideños y finalmente para la clásica hielera de playa. El unicel es un polímero a base de etileno también conocido como poliuretano, y el problema es que como tarda siglos en degradarse, acaba contaminando el territorio y los mares. Existen dos soluciones que pueden ser complementarias. La primera es simplemente dejar de usar unicel y por ejemplo mejor usar jarrones de barro y platos de plástico que se vuelvan a usar (aunque los forren con una bolsa de plástico como en algunas taquerias). La segunda es que si al unicel se le quema en las condiciones de presión y temperatura adecuadas, lo que se obtiene es agua y carbón. Sería pues necesaria una campaña para recoger el unicel de modo que no acabe quemado en una fogata cualquiera.
Por suerte en algunos municipios ya van tomando en cuenta este problema, y en Acapulco y Oaxaca la gente empieza a organizar campañas de concientización.
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